Intel fabricará los próximos chips Apple Silicon para MacBook Air y iPad Pro

  • Apple prepara un acuerdo para que Intel fabrique parte de los futuros chips Apple Silicon de gama de entrada a partir de 2027.
  • Intel usaría su proceso avanzado Intel 18A de 2 nm para producir variantes básicas de las series M6 o M7 para MacBook Air e iPad Pro.
  • TSMC seguirá a cargo de los chips más potentes, mientras Apple diversifica riesgos y refuerza su capacidad de producción.
  • El movimiento tendría impacto directo en disponibilidad, precios y estabilidad de stock en mercados como España y el resto de Europa.

chips Apple Silicon fabricados por Intel

Lo que hace no tanto sonaba a imposible está cada vez más cerca de materializarse: Intel volverá a tener presencia en los Mac y en los iPad, pero con un papel muy distinto al de la era previa a Apple Silicon. En lugar de suministrar procesadores x86, la compañía de Santa Clara pasaría a fabricar parte de los chips diseñados por Apple para sus próximos MacBook Air y iPad Pro.

Diversos informes de la cadena de suministro, encabezados por el analista Ming-Chi Kuo, apuntan a que Apple ha dado un paso importante para encargar a Intel la producción de los Apple Silicon de gama de entrada a partir de 2027. Esta jugada combinaría la estrategia de diversificación de Apple con la ambición de Intel de relanzar su negocio de fundición en los nodos más avanzados del mercado.

Un reencuentro entre Apple e Intel con papeles muy distintos

Durante más de una década, los ordenadores Mac montaron procesadores x86 de Intel, hasta que Apple culminó en 2020 su tránsito a Apple Silicon basados en arquitectura Arm. Aquella transición pareció cerrar definitivamente la etapa de Intel en los Mac, pero las últimas filtraciones describen un regreso inesperado de Intel a los productos de Apple, esta vez como socio de fabricación y no como proveedor de diseño.

La clave del cambio está en que Intel no participará en la concepción ni en la arquitectura de los chips. Todo el diseño seguirá siendo responsabilidad de los equipos de Apple, que continuarán desarrollando sus núcleos Arm personalizados para macOS y iPadOS. Intel actuará como una fundición pura —al estilo de TSMC—, poniendo fábricas, procesos y capacidad productiva, pero sin intervenir en las decisiones técnicas de Apple.

Esto significa que los futuros MacBook Air e iPad Pro volverán a tener chips fabricados físicamente por Intel, aunque seguirán siendo Apple Silicon en toda regla. No habrá retorno a x86 ni a los viejos problemas de consumo y temperatura que marcaron los últimos años de la etapa anterior: serán SoC diseñados en Cupertino y producidos en nodos punteros de Intel.

El movimiento resulta especialmente relevante en mercados como España y el resto de Europa, donde el MacBook Air y los iPad de gama profesional se han consolidado como opciones muy populares tanto en el ámbito doméstico como en el entorno educativo y profesional. Que Apple refuerce su cadena de suministro de chips puede influir directamente en la disponibilidad y en la evolución de precios en estas regiones.

Qué chips fabricaría Intel y con qué tecnología de 2 nm

Los informes coinciden en que la alianza se centraría en los modelos de entrada de las futuras familias M6 o M7. Es decir, las variantes básicas de estos procesadores, destinadas a equipos de gran volumen como el MacBook Air, determinados iPad Pro o incluso algunos iPad Air y sobremesa de gama modesta.

En este esquema, las gamas más ambiciosas —versiones Pro, Max y Ultra para MacBook Pro, Mac Studio o Mac Pro— seguirían encargándose a TSMC, que retendría la fabricación de los chips con mayores requisitos de rendimiento y complejidad. Intel se concentraría ahí donde prima el equilibrio entre coste, capacidad de producción y eficiencia energética.

Uno de los puntos más llamativos del acuerdo es que Intel utilizaría su proceso de fabricación Intel 18A, equivalente a un nodo de aproximadamente 2 nanómetros. Es el mismo proceso con el que la compañía planea impulsar sus próximas generaciones de procesadores propios, como la familia Panther Lake y futuras series Core Ultra.

Para poder diseñar sobre este nodo, Apple habría firmado ya acuerdos de confidencialidad con Intel que le dan acceso anticipado a versiones preliminares del kit de desarrollo (PDK) de 18A. La versión estable de ese PDK se espera para comienzos de 2026, lo que permitiría a los ingenieros de Cupertino afinar el diseño de los nuevos chips M6 o M7 sobre la base real del proceso de fabricación de Intel.

Las estimaciones internas de la cadena de suministro apuntan a un volumen potencial de entre 15 y 20 millones de chips M al año fabricados por Intel para Apple. Esta cifra sería suficiente para cubrir una porción muy relevante de la demanda de portátiles y tabletas de gama media y de entrada, descargando a TSMC de esa parte del esfuerzo productivo.

Calendario previsto: del M3 actual a los posibles M6 y M7 de Intel

Para situar los plazos, basta con observar el ritmo de lanzamientos de Apple Silicon: el M3 debutó en octubre de 2023, el M4 llegó en mayo de 2024 y los rumores sitúan la aparición del M5 en torno a 2025. Con esta cadencia, no es descabellado proyectar un M6 para 2026 y un M7 entre finales de 2027 y principios de 2028.

Es justo en esa ventana donde se encaja el papel de Intel. Según Ming-Chi Kuo, los primeros Apple Silicon producidos en fábricas de Intel podrían comenzar a salir de línea a partir del segundo trimestre de 2027, siempre que no haya retrasos significativos en el desarrollo del nodo 18A ni en los tiempos de diseño de Apple.

Este calendario permitiría a la compañía de Cupertino alinear la disponibilidad de los nuevos chips con sus ciclos habituales de renovación de Mac y iPad. En el caso del mercado europeo, se traduciría en que los MacBook Air y ciertos iPad vendidos desde finales de 2027 podrían integrar procesadores M de entrada diseñados por Apple pero fabricados por Intel, probablemente en plantas situadas en Estados Unidos.

Paralelamente, algunos analistas manejan la posibilidad de que Apple introduzca un modelo de MacBook con un chip derivado del iPhone a partir de 2026, lo que podría reducir el número total de pedidos de chips M de gama más básica. Aun así, contar con Intel como segundo proveedor daría margen suficiente para manejar diferentes configuraciones de producto sin saturar a TSMC.

Por el momento, ni Apple ni Intel han hecho declaraciones oficiales, pero la coherencia entre los plazos de los nodos de Intel y el ciclo de Apple Silicon encaja bien con el escenario descrito por Kuo y otros observadores de la industria.

Por qué Apple busca un segundo proveedor además de TSMC

Hasta ahora, TSMC ha sido el proveedor exclusivo de los principales chips de Apple, tanto de las series A para iPhone como de las series M para Mac y iPad. Este modelo ha funcionado con notable eficacia, pero concentra demasiada responsabilidad en un único actor en un sector sometido a tensión geopolítica y a frecuentes cuellos de botella.

Incorporar a Intel como fundición alternativa permitiría a Apple diversificar su cadena de suministro de semiconductores sin renunciar a la experiencia y al nivel técnico de TSMC. La idea no es sustituir a la compañía taiwanesa, sino repartir la carga según el tipo de chip y el nivel de complejidad requerido.

En la práctica, este enfoque mixto ayudaría a reducir la dependencia de Apple de un único punto de fallo en un componente tan crítico como el procesador. En escenarios de crisis, ya sea por tensiones comerciales, desastres naturales o situaciones de inestabilidad regional, disponer de capacidad de fabricación en distintas geografías se convierte en un factor de resiliencia clave.

Para el usuario medio en España o en cualquier otro país europeo, eso se puede traducir en menos roturas de stock y una oferta de productos más estable, especialmente en campañas de alta demanda como la «vuelta al cole», Navidad o el Black Friday, donde habitualmente se tensiona la disponibilidad de MacBook y iPad.

Además, tener dos socios compitiendo por contratos de alto volumen da a Apple mayor margen de maniobra para negociar condiciones económicas. Falta por ver si esos posibles ahorros se traducen en precios finales más contenidos para el consumidor o se quedan en forma de margen adicional para la compañía, algo que solo se apreciará con el paso de los años.

Qué gana Intel: impulso a su negocio de fundición y cambio de rol

Para Intel, lograr que Apple confíe parte de su producción de chips M supone un espaldarazo mayúsculo a Intel Foundry Services, la división con la que la compañía quiere competir de tú a tú con TSMC y Samsung en la fabricación para terceros.

En los últimos años, Intel ha tenido serias dificultades para mantener el ritmo en nodos líderes, acumulando retrasos frente a sus rivales asiáticos. Conseguir un acuerdo con Apple sobre el nodo 18A implicaría demostrar que ha recuperado competitividad y que su proceso de 2 nm está listo para el nivel de exigencia que exige un cliente de este calibre.

Hay también un componente simbólico nada menor: fabricar chips Apple Silicon basados en Arm implica que Intel producirá hardware sobre una arquitectura distinta a la x86, en la que ha centrado tradicionalmente toda su estrategia de negocio. Aunque el diseño no sea suyo, poner en marcha fábricas para grandes volúmenes de chips Arm es un paso significativo en la diversificación de la compañía.

Si la colaboración se consolida, es probable que otras empresas del sector se planteen seriamente a Intel como opción real para sus próximos diseños avanzados. Firmas como Nvidia, AMD o desarrolladores de chips personalizados —incluidos proyectos europeos— podrían ver en este acuerdo una prueba de que Intel es capaz de manejar producciones complejas en nodos de vanguardia.

En términos de imagen pública, pasar de ser el proveedor del que Apple se desligó en 2020 a convertirse en uno de los pilares de la fabricación de sus nuevas generaciones de procesadores supondría un giro notable en la narrativa que rodea a Intel dentro de la industria tecnológica.

Dimensión política y geoestratégica de la alianza

Más allá de la parte puramente tecnológica, el posible acuerdo entre Apple e Intel tiene una lectura claramente política. En los últimos años, Estados Unidos ha impulsado con fuerza la fabricación de semiconductores avanzados en su propio territorio, apoyando con fondos públicos proyectos como las nuevas fábricas de Intel en Arizona y otros estados.

Para Apple, trasladar una parte relevante de la producción de sus chips M a plantas estadounidenses le permite alinearse con la agenda de reindustrialización tecnológica que se impulsa desde Washington. Puede presentar esta decisión como una muestra de compromiso con el «Made in America», algo que pesa tanto en el debate político interno como en su relación con futuras administraciones.

Ese elemento no es menor si se tiene en cuenta que Apple es objeto habitual de escrutinio regulatorio y presión política. Poder argumentar que una parte clave de sus productos se fabrica en suelo estadounidense le otorga una carta más que jugar cuando se discuten regulaciones, aranceles o posibles restricciones comerciales.

Mientras tanto, Europa observa estos movimientos mientras trata de reforzar su propia industria de semiconductores a través de iniciativas como la European Chips Act. Que la producción de nodos punteros siga concentrándose en Estados Unidos y Asia subraya el reto que tiene la Unión Europea para atraer fábricas de procesos realmente líderes a su territorio.

En este contexto, el hecho de que los chips que acaben dentro de los MacBook Air o iPad Pro vendidos en España puedan salir de una planta de Intel en Arizona ilustra hasta qué punto la cadena de valor de la electrónica de consumo europea depende de decisiones industriales tomadas en otros continentes.

El papel de TSMC: continuidad en la gama alta y reparto de cargas

Los distintos análisis coinciden en que TSMC seguirá siendo el socio principal de Apple en los chips más avanzados. Los procesadores destinados a MacBook Pro, Mac Studio, Mac Pro y, por supuesto, los SoC de los iPhone continuarían produciéndose en nodos de última generación de la fundición taiwanesa.

La estrategia de Apple pasaría por repartir responsabilidades según el nivel de rendimiento requerido: Intel asumiría las series M de entrada, donde la prioridad es el equilibrio entre eficiencia, coste y volumen; TSMC se quedaría con los diseños más exigentes, tanto en capacidad de cómputo como en integración de componentes.

Algunos informes, de hecho, apuntan a que el número de pedidos de chips M de gama baja podría incluso disminuir con respecto a generaciones actuales, si Apple decide reforzar alternativas como portátiles basados en SoC derivados del iPhone. Esto significaría que el impacto real en el negocio de TSMC sería limitado, incluso con Intel entrando en la ecuación.

Aun así, la aparición de un segundo fabricante de referencia en los planes de Apple introduce un nuevo factor de competencia en el terreno de la fundición avanzada. A medio plazo, esto puede traducirse en mejoras en costes, innovación en procesos y mayor presión para optimizar rendimientos y calendarios.

Para empresas y consumidores, incluso en mercados alejados geográficamente de las fábricas —como España o cualquier otro país europeo—, esta competencia suele derivar en productos más eficientes y en una mayor estabilidad de la oferta, aunque los efectos en el precio final siempre dependen de múltiples variables.

Impacto para usuarios en España y el resto de Europa

Desde la perspectiva de un usuario en España, esta reconfiguración de alianzas puede sonar lejana, pero tiene efectos muy concretos en la experiencia de compra. La disponibilidad de modelos como el MacBook Air o los iPad Pro en tiendas físicas y en distribuidores autorizados depende estrechamente de la capacidad de Apple para asegurar suficientes chips en los periodos de alta demanda.

Si Intel logra suministrar de forma estable los procesadores M de gama básica y media, es más probable que los lanzamientos lleguen con un volumen de unidades suficiente y que se reduzcan las listas de espera o las roturas de stock en campañas clave. En entornos como universidades, empresas o administraciones públicas europeas, esa estabilidad puede marcar la diferencia a la hora de planificar renovaciones de equipos.

El precio es otro factor a tener en cuenta. Aunque todavía es pronto para prever si fabricar con Intel implicará costes unitarios más bajos para Apple, contar con dos socios con procesos avanzados debería fortalecer su posición negociadora. El impacto real en el PVP dependerá de cómo decida Apple gestionar sus márgenes y de la situación macroeconómica en Europa en los próximos años.

Nadie espera que un cambio en la fundición revolucione de un día para otro los precios de los Mac y los iPad, pero sí puede ayudar a evitar incrementos bruscos ligados a escasez de semiconductores, como los que se han visto en otras industrias cuando la producción de chips no ha podido seguir el ritmo de la demanda.

Por último, el uso de procesos como Intel 18A garantiza que los usuarios europeos sigan accediendo a dispositivos con mejoras notables en rendimiento y eficiencia, independientemente de si los chips han salido de una oblea de TSMC o de una planta de Intel. Mientras Apple mantenga su nivel habitual de exigencia, el cambio de fundición debería ser prácticamente transparente para el usuario final.

Todo apunta a que el posible acuerdo por el que Intel fabricaría los próximos chips Apple Silicon para MacBook Air e iPad Pro a partir de 2027 puede reordenar discretamente el mapa de la fabricación de semiconductores: Apple ganaría margen y seguridad en su cadena de suministro, Intel reforzaría su apuesta por la fundición de nodos líderes y TSMC mantendría su papel en la gama más avanzada, mientras que los usuarios en España y en el resto de Europa notarían sobre todo una oferta de Mac y iPad más previsible, con menos sobresaltos de stock y una evolución de precios menos condicionada por las tensiones de producción.

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