
La instalación de una nueva red de sensores ambientales está empezando a cambiar la forma en que se vigila la calidad del aire en Puerto Rico. A través de un proyecto piloto impulsado desde la universidad pública, se está creando una infraestructura de medición en tiempo real pensada tanto para la comunidad científica como para la ciudadanía.
Este esfuerzo pretende poner datos actualizados al alcance de cualquier persona, reforzar la investigación sobre contaminación atmosférica y, al mismo tiempo, servir de apoyo a la toma de decisiones en salud pública. La iniciativa también se ha planteado como un laboratorio vivo para el alumnado, que podrá trabajar con información real procedente de distintos puntos de la isla.
Un proyecto piloto con 30 sensores repartidos por la isla
El Departamento de Salud Ambiental (SAAM) de la Escuela Graduada de Salud Pública del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico ha puesto en marcha una red de 30 sensores para monitorear en continuo la calidad del aire. Estos equipos forman parte de un proyecto piloto diseñado para probar su fiabilidad, utilidad práctica y posibilidades de expansión futura.
Los dispositivos se han adquirido con fondos institucionales del propio Recinto de Ciencias Médicas, con una inversión cercana a los 10.500 dólares. Cada sensor tiene un coste aproximado de 300 dólares, una cuantía relativamente asequible que facilita la creación de redes densas de monitoreo ambiental.
El proyecto está coordinado por el Dr. Edgar Pérez Matías, del Programa de Higiene Industrial, junto con profesorado del Departamento de Salud Ambiental. Su papel es articular la parte técnica de la red, supervisar la instalación y garantizar que los datos recopilados tengan la calidad necesaria para ser útiles en investigación y vigilancia.
Desde la institución se subraya que esta fase piloto servirá para comparar los resultados de los sensores con los datos oficiales de agencias gubernamentales encargadas del cumplimiento normativo. El objetivo es establecer hasta qué punto estas mediciones de bajo coste pueden complementar o reforzar las redes regulatorias existentes.
Qué miden los sensores de calidad del aire
Los equipos instalados permiten seguir en tiempo real parámetros clave relacionados con la calidad del aire y el confort térmico. Entre las variables que registran de forma continua se encuentran:
- Índice de calidad del aire (AQI), como indicador global del estado del aire.
- Concentración de material particulado (partículas finas en suspensión, especialmente relevantes para personas con asma u otros problemas respiratorios).
- Compuestos orgánicos volátiles (COV), asociados a emisiones de tráfico, productos químicos domésticos o actividades industriales.
- Temperatura e índice de temperatura, útiles para evaluar la exposición al calor extremo.
- Humedad relativa y presión barométrica, que ayudan a interpretar mejor las condiciones atmosféricas.
Con esta combinación de variables, los responsables del proyecto pueden detectar picos de contaminación ligados al tráfico, cambios bruscos por episodios atmosféricos o momentos del día en los que el calor y la calidad del aire suponen un riesgo mayor para la población vulnerable.
Según explica la coordinación del programa, estos sensores permiten localizar áreas con mayor riesgo por temperaturas y niveles de partículas elevados, así como identificar los periodos del día más problemáticos, por ejemplo, coincidiendo con las horas punta de circulación.
Ubicación estratégica: campus, escuelas y comunidades
La red de monitoreo se está desplegando en puntos estratégicos repartidos por distintas regiones de Puerto Rico. La intención es combinar zonas urbanas, entornos escolares y áreas con condiciones ambientales especialmente sensibles.
Uno de los primeros emplazamientos ha sido el Edificio Dr. Guillermo Arbona en el Recinto de Ciencias Médicas, dentro del área de Centro Médico. Desde allí se recopilan datos que resultan especialmente relevantes por la cercanía con instalaciones sanitarias y un intenso flujo de personas.
El proyecto también ha dado un salto importante hacia el ámbito educativo preuniversitario. En colaboración con docentes y organizaciones locales, se están instalando sensores en varias escuelas públicas, lo que permite que el alumnado y el profesorado se familiaricen con el monitoreo ambiental y participen en la interpretación de los resultados.
Entre los centros que ya forman parte de la red figuran, entre otros, la Escuela José Facundo Cintrón en Yabucoa, la Escuela Especializada en Ballet Julián E. Blanco en San Juan, la Escuela Ecológica de Dorado, la Escuela Elemental-UPR en San Juan, la Escuela Clara Maldonado en Juncos y la Escuela Superior Ocupacional Petra Corretjer de O’Neill en Manatí. También se contempla la incorporación de nuevas ubicaciones, incluyendo municipios insulares como Vieques.
En estos espacios se trabaja sobre el terreno con el profesorado y los equipos directivos para diseñar sistemas de seguimiento ambiental adaptados a cada centro, de forma que los datos no se queden solo en la nube, sino que se integren en actividades, proyectos y decisiones diarias.
Red abierta de datos en tiempo real
Uno de los pilares del proyecto es la apertura total de los datos recogidos por los sensores. Todos los equipos están conectados a la plataforma en línea PurpleAir, en la que se pueden consultar mapas, gráficos y series temporales de las mediciones.
Las unidades aparecen identificadas bajo las siglas UPR-RCM-SAAM, de modo que cualquier persona pueda localizar fácilmente los sensores vinculados a este proyecto dentro del sistema PurpleAir. El acceso es público y gratuito, lo que favorece que investigadores, estudiantes, familias y colectivos comunitarios trabajen con la misma información.
Esta filosofía de datos abiertos busca romper la barrera entre la ciencia y la ciudadanía, permitiendo que no solo las instituciones, sino también las personas de a pie, puedan seguir en tiempo real cómo evoluciona la calidad del aire en su entorno. Para el alumnado, supone una fuente de datos reales con los que aprender estadística, ciencias ambientales o incluso programación.
Además, disponer de mediciones continuas permite estudiar con más detalle episodios puntuales de contaminación, como incrementos repentinos por incendios, eventos de polvo del Sáhara, emisiones locales o situaciones atmosféricas adversas que puedan empeorar las condiciones respiratorias de la población.
Impacto en salud pública, educación e investigación
Desde la dirección del Recinto de Ciencias Médicas se insiste en que esta red de sensores tiene un enfoque claramente orientado a la protección de la salud de las comunidades. Contar con alertas tempranas sobre condiciones de aire desfavorables puede ayudar a prevenir complicaciones respiratorias, sobre todo en personas con asma, población mayor o grupos con enfermedades crónicas.
Al mismo tiempo, la iniciativa refuerza la capacidad investigadora de la universidad en el campo de la higiene ambiental. Los datos recopilados servirán para desarrollar estudios sobre la relación entre la exposición a determinados contaminantes y distintos problemas de salud, así como para evaluar el impacto de fenómenos meteorológicos extremos, como olas de calor o episodios de alta humedad.
En el ámbito docente, el proyecto se convierte en una herramienta práctica con la que el estudiantado puede aprender a manejar, interpretar y comunicar información ambiental. Integrar estos sensores en los planes de estudio ayuda a formar profesionales más preparados para afrontar retos de contaminación y cambio climático.
La universidad destaca también el papel de la red como puente entre la academia y la sociedad, al demostrar cómo la investigación aplicada puede traducirse en beneficios tangibles para la población, más allá de las publicaciones científicas o los resultados de laboratorio.
Calendario, financiación y validación de los datos
El proyecto se concibe como un piloto de entre dos y cinco años de duración, periodo durante el cual se recopilarán, analizarán y compararán los datos obtenidos con los registros de las agencias gubernamentales responsables del monitoreo oficial del aire.
Esta fase de validación es clave para determinar el grado de precisión de los sensores y establecer cómo pueden complementar las redes existentes. Si la correlación es suficiente, la experiencia podría servir como modelo de referencia para iniciativas similares en otros territorios.
En cuanto a la financiación, los recursos proceden de fondos institucionales del propio Recinto de Ciencias Médicas, asignados a los laboratorios del Departamento de Salud Ambiental. La cuantía total ronda los 10.491,50 dólares, destinada principalmente a la adquisición de los 30 dispositivos y a la infraestructura básica de despliegue.
Al recurrir a tecnología de coste relativamente bajo, el equipo de trabajo abre la puerta a que, en el futuro, se pueda ampliar la red con un presupuesto asumible o replicar la experiencia en otros contextos, ya sea dentro de Puerto Rico o en países europeos interesados en densificar su vigilancia ciudadana de la calidad del aire.
Con esta red de sensores, Puerto Rico da un paso hacia una vigilancia ambiental más cercana, participativa y basada en datos accesibles, donde la universidad pública actúa como motor de cambio y la comunidad pasa de ser mera receptora de información a formar parte activa del seguimiento de la calidad del aire y del diseño de soluciones para mejorar su entorno.