
Muchísimos móviles Android acaban olvidados en un cajón cuando cambiamos de teléfono, pese a que su hardware sigue siendo perfectamente válido para tareas sencillas. En lugar de dejarlos criando polvo, puedes reaprovecharlos como pequeño servidor de red en casa, ya sea para compartir archivos, montar una nube privada o incluso experimentar con servicios más avanzados.
Con algo de paciencia y las apps adecuadas, un smartphone puede convertirse en un NAS muy básico pero totalmente funcional dentro de tu red local. No va a sustituir a un servidor profesional, pero sí sirve para guardar copias ligeras, compartir vídeos y fotos en streaming o centralizar documentos sin depender de Google Drive, Dropbox u otros servicios de terceros. Eso sí, conviene conocer sus límites y en qué situaciones realmente compensa montarse este invento.
De móvil viejo a servidor de archivos en casa
La forma más directa de usar un teléfono como NAS doméstico es convertirlo en servidor de archivos accesible desde otros equipos de la red. En Android esto resulta más sencillo de lo que parece: hay exploradores como MiXplorer o similares que permiten levantar un servidor SMB (el protocolo típico de Windows) o WebDAV para compartir carpetas del almacenamiento interno o de una tarjeta microSD.
Al activar este tipo de servidor, el móvil pasa a funcionar como un recurso de red que cualquier PC, portátil o móvil puede montar siempre que esté conectado al mismo router. Desde el explorador de archivos de Windows, Linux o macOS será posible abrir, copiar o borrar ficheros como si se tratara de una unidad compartida más dentro de la red local.
La configuración habitual de estas aplicaciones suele incluir la creación de un usuario y contraseña básicos para restringir el acceso, elegir qué carpetas se comparten y definir el puerto de comunicación. Es importante desactivar las optimizaciones agresivas de batería de Android para que el servicio no se cierre en segundo plano y mantener el teléfono enchufado para que no se apague durante copias largas.
Con esta solución tan simple ya puedes tener un pequeño servidor doméstico para volcar fotos, documentos o música. El rendimiento depende del WiFi del móvil y de la velocidad de lectura y escritura de su memoria interna o microSD, por lo que no esperes tasas de transferencia espectaculares. Aun así, para copias puntuales, compartir multimedia dentro de casa o como almacén auxiliar suele ser más que suficiente.
Algunos fabricantes incluyen opciones nativas para compartir contenido en la red local, por ejemplo a través de servidores multimedia compatibles con DLNA. En muchos Android puedes activar algo tipo “Servidor multimedia” o “Compartir contenido” desde los ajustes de conexión de dispositivos, elegir si se exponen fotos, música y vídeos, y dejar que cualquier tele, consola o PC de la red detecte automáticamente el teléfono como fuente de contenidos.
Un paso más allá: usar el móvil como nube privada
Si lo que quieres es algo más parecido a Google Drive pero en tu casa, puedes aprovechar el móvil como servidor de nube personal accesible desde varios dispositivos. La idea es que el teléfono actúe de “cerebro” y el almacenamiento se amplíe mediante una unidad externa: pendrives, SSD o HDD conectados por USB-OTG.
Lo primero es comprobar que el terminal cuenta con soporte USB OTG y, si es posible, WiFi de doble banda. El soporte OTG te permitirá enchufar un hub o adaptador USB-C/OTG para conectar un disco externo, mientras que un WiFi 5 GHz reducirá cuellos de botella en transferencias internas de la red. Cuanto mejor sea el chip WiFi y más RAM tenga el teléfono, más fluido será el acceso cuando haya varios clientes leyendo o escribiendo a la vez.
En cuanto al espacio, lo ideal es conectar un disco duro externo o un SSD con bastante capacidad, ya que la memoria interna de un móvil antiguo suele quedarse corta para funcionar como NAS. Puedes optar por un HDD de 1-2 TB que tengas por casa o un pendrive grande (por ejemplo, 128 o 256 GB) si tu idea es solo compartir documentos y alguna biblioteca pequeña de fotos.
Una vez resuelto el almacenamiento, hace falta un buen software para montar la nube privada. Existen soluciones como Nextcloud u ownCloud que tradicionalmente se instalan en servidores Linux, pero también pueden funcionar en entornos ARM, ya sea de forma directa (si ejecutas Linux en el móvil) o a través de contenedores, dependiendo del nivel de experimento que quieras montar. Estas plataformas permiten sincronizar archivos, compartir carpetas con usuarios concretos, acceder vía navegador e incluso añadir calendarios y contactos.
El requisito imprescindible para que esta nube casera sea mínimamente usable es disponer de una conexión de red estable y con buena velocidad. Dentro de casa, lo ideal es que el móvil se conecte por WiFi en la banda de 5 GHz y que el router cuente con puertos Gigabit para no estrangular el tráfico. Si quieres abrir el acceso desde fuera de casa, necesitarás tocar puertos, DNS y, sobre todo, tener muy presente el apartado de seguridad.
Montajes avanzados: Linux, contenedores y mini homelab
Para quienes disfrutan cacharreando y se quedan cortos con las apps de Android, existe la posibilidad de transformar el móvil en un mini servidor Linux. Proyectos como postmarketOS permiten instalar un sistema operativo ligero basado en Linux en ciertos smartphones, convirtiéndolos básicamente en pequeños ordenadores ARM siempre encendidos y en móviles Linux.
En estos escenarios avanzados es frecuente desbloquear el bootloader, flashear una ROM alternativa y dedicar el dispositivo en exclusiva a tareas de servidor. Desde ahí ya se puede acceder por SSH, instalar servicios clásicos (servidor web, servidor de medios, VPN, etc.) o incluso levantar contenedores Docker con diferentes stacks: un contenedor para Nextcloud, otro para un servidor de descargas, otro para un catálogo multimedia, y así sucesivamente.
Si el hardware acompaña —un buen procesador ARM, 4-6 GB de RAM y almacenamiento razonable—, el teléfono se convierte en un mini homelab estupendo para aprender administración de sistemas: gestión de servicios, automatización de copias, configuración de usuarios, permisos de red, etc. Todo ello con un consumo mínimo y sin necesidad de tener un PC completo encendido 24/7.
Eso no quita que existan limitaciones claras frente a un servidor x86 o un NAS comercial. El rendimiento de CPU en tareas pesadas, el ancho de banda de la red inalámbrica, las latencias de I/O y la ausencia de puertos dedicados como Ethernet o SATA marcan el techo de lo que este tipo de montajes pueden ofrecer. Además, las ROMs alternativas requieren cierto mantenimiento (actualizar kernel, parches de seguridad) y no siempre son tan estables como una distribución Linux pensada para servidores.
En la práctica, este tipo de “servidor Linux en el móvil” tiene sentido si quieres experimentar con contenedores y servicios sin gastar en hardware nuevo. Para entornos de producción o para guardar datos muy importantes, sigue siendo más prudente usar un equipo dedicado, ya sea un NAS de marca, un PC reciclado con FreeNAS/Unraid o incluso una Raspberry Pi bien montada.
Conectar discos y hubs USB sin morir en el intento
Cuando empiezas a colgar discos externos del teléfono, surgen dudas razonables: ¿cómo alimentar a la vez el móvil y las unidades USB? ¿Aguantará la batería si lo dejo enchufado todo el día? Para ver buenas prácticas sobre cómo recargar el móvil de forma efectiva, aquí la clave está en usar un hub USB con alimentación externa (alimentado por su propio transformador) o un adaptador OTG que permita carga y datos simultáneamente.
La mayoría de móviles no pueden proporcionar suficiente energía por el puerto USB como para mantener girando un HDD de 3,5″ y, a la vez, cargar la propia batería. Por eso se recurre a hubs “alimentados”: el cargador del hub se encarga de dar energía a los discos y, en algunos modelos, también mantiene el teléfono cargado a través del mismo puerto. Es importante comprobar la compatibilidad OTG y, si es posible, usar SSD o HDD de 2,5″ que consuman menos.
Otro problema típico de muchos Android, como comentan algunos usuarios con modelos como el OnePlus 5T, es que el sistema mata procesos en segundo plano cuando la pantalla se apaga, incluso con los perfiles de ahorro de energía desactivados. Esto puede romper servidores WebDAV, SMB o cualquier app que intente mantenerse activa continuamente.
Para mitigarlo toca pelearse con las opciones del fabricante: desactivar optimizaciones de batería para la app del servidor, bloquearla en memoria, evitar que se limpie al cerrar multitarea, etc. En algunos casos extremos no queda otra que rootear el dispositivo, cambiar de ROM o recurrir a herramientas específicas que impiden que Android “congele” determinados procesos.
En cualquier caso, si el objetivo es tener un servidor medianamente confiable las 24 horas, conviene hacer pruebas antes de confiarle datos importantes: dejar copias largas en marcha, comprobar que el servicio no cae tras varias horas, vigilar la temperatura del móvil y asegurarse de que el cargador y el hub no se calientan en exceso.
Escenarios donde sí tiene sentido usar un móvil como NAS
No todo el mundo necesita un servidor profesional. Un móvil reconvertido puede encajar muy bien cuando las necesidades de almacenamiento y servicios son modestas. Por ejemplo, como repositorio central de fotos familiares, para sincronizar documentos de trabajo entre dos o tres ordenadores, o como pequeña biblioteca de música y películas accesible desde la tele del salón.
También resulta una herramienta genial para aprender. Montar un servidor casero con un teléfono permite trastear con redes, permisos, protocolos y copias de seguridad sin riesgo real: si algo se estropea, reinstalas la app o restauras el sistema y listo. Es una forma barata y segura de entrar en el mundo de los NAS, los servicios en red y, si te animas, los contenedores y servidores Linux.
Otra aplicación útil es usar el móvil como punto intermedio para copias ligeras o de emergencia. Por ejemplo, puedes programar que los portátiles de la casa vuelquen cada cierto tiempo documentos clave al NAS-móvil, sabiendo que luego esos datos terminarán en un NAS principal, en un disco externo o en otro sistema de backup más robusto.
Sin embargo, este enfoque no está pensado para soportar muchas conexiones simultáneas, grandes volúmenes de datos ni servicios que requieran alta disponibilidad. Si necesitas un servidor fiable para trabajo intensivo, con varios usuarios a la vez, velocidad alta y redundancia, lo más sensato sigue siendo apostar por un NAS de gama doméstica o un servidor reciclando un PC con software específico.
Este tipo de proyecto encaja cuando buscas ahorrar dinero, reducir residuos electrónicos y saciar las ganas de cacharrear. Si aspiras a montar algo más serio o crítico, el móvil puede servir como laboratorio previo antes de dar el salto a soluciones más potentes.
Ventajas e inconvenientes de convertir un móvil en NAS
Entre los puntos a favor, el coste es difícil de superar: reutilizar un móvil viejo te sale prácticamente gratis, más allá de algún cable o adaptador OTG. Además, es una forma de alargar la vida de un dispositivo que, de otro modo, acabaría como residuo electrónico. En tiempos de tanta obsolescencia, sacarle un uso más siempre sienta bien.
Otra ventaja clara es la flexibilidad: según el software que instales, puedes tener un servidor de archivos vía SMB/WebDAV, una nube tipo Nextcloud, un servidor multimedia DLNA, un repositorio de copias automáticas de tus fotos o incluso un pequeño homelab con contenedores. Todo ello con un consumo energético ridículo si lo comparas con un PC encendido todo el día.
Además, el tamaño y el ruido juegan a favor. Un móvil apenas ocupa espacio, se puede esconder detrás del router sin que nadie lo vea y no mete ruido de ventiladores. Es especialmente útil en pisos pequeños donde no apetece tener una torre o un NAS grande haciendo de “radiador” permanente.
En la parte negativa, las limitaciones de red son importantes. La mayoría de teléfonos dependen del WiFi, lo cual, frente a un NAS con puerto Ethernet Gigabit o 2.5G, se nota en cuanto empiezas a mover archivos grandes. Si el router no es especialmente bueno o hay mucha saturación en la banda de 2,4 GHz, las transferencias pueden ser desesperantemente lentas.
Tampoco ayuda que el almacenamiento se limite a memoria interna, microSD y unidades USB sin soporte nativo para RAID ni bahías intercambiables. No puedes pinchar 2-4 discos SATA en condiciones y montar un sistema redundante como en un NAS serio. Si un HDD USB decide morir, adiós a todo lo que hubiera dentro, por lo que no conviene confiar datos irremplazables a este montaje sin un buen plan de copias externas.
Otro aspecto delicado es el desgaste y la temperatura. Mantener el móvil conectado al cargador 24/7 mientras sirve archivos y alimenta un hub puede sobrecalentar la batería y acortar su vida útil. Aunque muchos dispositivos gestionan bien la carga, no está de más ubicar el montaje en un lugar ventilado y revisar que no se dispara la temperatura cuando se hacen copias largas.
Sobre el software, Android no está diseñado como sistema de servidor clásico. Dependes de actualizaciones de apps, de políticas de ahorro de energía agresivas y de decisiones del fabricante que, a veces, matan procesos de fondo sin previo aviso. Una ROM alternativa o un Linux como postmarketOS puede dar más control, pero también complica la configuración y el mantenimiento, sobre todo si tocas kernels y parches de seguridad.
NAS dedicado frente a móvil reciclado: en qué se diferencian
Para entender bien qué estás ganando y qué estás perdiendo al usar un móvil como NAS, conviene compararlo con un NAS comercial o uno montado con PC/Raspberry Pi. Los dispositivos de marca (Synology, QNAP, etc.) ofrecen bahías para varios discos, soporte RAID, sistemas operativos muy pulidos y tiendas de aplicaciones con montones de servicios listos para usar: servidores multimedia, descarga, copias, correo, webs, chats, VPN, etc.
En un NAS de este tipo puedes montarte tu propia alternativa a Dropbox, Google Fotos, Gmail o incluso a plataformas de streaming locales. Además, cuentan con interfaces web muy cuidadas y asistentes que facilitan tareas complejas como exponer el NAS a internet mediante servicios tipo QuickConnect, DDNS, certificados SSL, etc. Es un producto bastante más “enchufar y listo” para usuarios que no quieren pelearse con la parte técnica.
La otra cara de la moneda es el precio: un NAS de gama básica con dos bahías y discos de varios teras supone un desembolso importante frente al coste cero de reciclar el móvil. Aun así, para quien maneje grandes cantidades de datos o tenga necesidades serias de backup, esa inversión suele valer la pena por la fiabilidad, la velocidad y las opciones de expansión.
También está la opción intermedia de montarte tu propio NAS con un PC viejo o una Raspberry Pi. Ahí puedes usar soluciones como FreeNAS/TrueNAS, Unraid u otras distros especializadas, que convierten un ordenador normal en un servidor de almacenamiento con funciones avanzadas. La inversión en hardware puede ser mínima si ya tienes un equipo arrinconado, pero el consumo eléctrico y el espacio ocupado serán mayores que en el caso del móvil.
Al final, el móvil reciclado destaca sobre todo como puerta de entrada barata y didáctica al mundo de los NAS. Si te acostumbras a centralizar archivos, automatizar copias y usar servicios en red con este invento, el salto posterior a un NAS profesional será mucho más natural y sabrás exactamente qué necesitas y qué no.
Vista toda la película, el antiguo smartphone reconvertido en NAS puede convertirse en un aliado inesperado para tu red doméstica: no sustituirá a un servidor dedicado cuando se trata de rendimiento y seguridad a largo plazo, pero como proyecto casero, plataforma de aprendizaje y solución económica para compartir archivos y montar tu pequeña nube privada, es una opción sorprendentemente válida y con mucha más utilidad de la que parece a simple vista.

