Un ingeniero construye un ordenador funcional con Linux usando solo tres chips de 8 pines

  • Un ingeniero ha creado un mini PC que corre Linux usando únicamente tres chips de 8 pines.
  • El diseño incluye un procesador ARM Cortex-M0+, 8 MB de RAM y un chip USB PL2303GL.
  • Utiliza un emulador MIPS para ejecutar una versión funcional del sistema operativo Debian.
  • Es un experimento que demuestra el potencial del kernel de Linux en hardware extremadamente limitado.

Mini PC Linux con tres chips

En un mundo dominado por dispositivos cada vez más potentes, con tarjetas gráficas dedicadas, procesadores multicore y sistemas operativos que exigen cada vez más recursos, iniciativas como la que ha desarrollado el ingeniero Dimity Grinberg parecen ir a contracorriente, pero también abren nuevas vías de exploración. Y es que ha conseguido diseñar un ordenador funcional capaz de ejecutar Linux usando tan solo tres componentes electrónicos básicos.

Este singular ordenador cabe en la palma de una mano y, aunque no está pensado para reemplazar a los equipos tradicionales, ofrece una prueba palpable de hasta dónde se puede llegar en términos de optimización y eficiencia de hardware. La apuesta por reducir al máximo los elementos físicos sin prescindir de la funcionalidad pone de manifiesto el potencial de Linux en contextos donde el espacio y los recursos son extremadamente limitados. Para explorar más sobre sistemas de este tipo, consulta nuestra guía sobre el software LinuxCNC.

Un diseño minimalista en una placa diminuta

El proyecto, que el propio Grinberg ha bautizado como “8pinLinux”, se basa en una Placa de Circuito Impreso (PCB) diseñada para integrar solo tres chips con encapsulado SOIC de 8 pines cada uno. Estos chips no son especialmente potentes, pero cada uno cumple una función fundamental dentro del sistema.

En primer lugar, el procesador utilizado es un modelo STM32G0 con arquitectura ARM Cortex-M0+, una opción más que modesta pero suficiente para los fines del proyecto. A él se suma una memoria PSRAM de 8 MB, también en encapsulado de 8 pines, que actúa como la RAM del sistema. Cerrando el trío de chips está un controlador USB PL2303GL, que proporciona conectividad y alimentación regulada de 3.3V con una salida de 100mA. Para los que buscan un rendimiento específico en dispositivos similares, es interesante revisar el mejor software CAM para Linux.

Además, la placa integra una ranura para tarjetas microSD, utilizada como sistema de almacenamiento externo. Este pequeño detalle es crucial, ya que permite albergar el sistema operativo y algunos archivos temporales, si bien las limitaciones de velocidad y capacidad siguen presentes.

Uso de emulación para superar las restricciones del hardware

Para poder ejecutar Linux en un hardware tan limitado, Grinberg empleó técnicas de emulación de arquitectura MIPS. Esto le permite usar el kernel de Linux, adaptándolo a un entorno para el que originalmente no estaba previsto. El sistema operativo elegido ha sido Debian, que si bien arranca y funciona, lo hace con una lentitud notable debido a las capacidades limitadas de la configuración.

Uno de los mayores desafíos técnicos fue lograr que los diferentes elementos compartieran el mismo bus de datos sin interferencias. Para ello, se implementó una solución de filtrado que permite separar señales SPI de distinta frecuencia, de forma que tanto la tarjeta SD como la conexión USB pudieran operar simultáneamente sin conflictos. Si te interesa la emulación y el uso de hardware limitado, te recomendamos leer sobre Pine64, un mini ordenador libre.

Todo el diseño se ha optimizado al milímetro. Aunque no se han revelado las dimensiones exactas de la placa, se estima que podría tener un tamaño inferior a los 3 cm x 3 cm, es decir, una fracción mínima en comparación con una Raspberry Pi estándar, que ronda los 8.5 cm x 5.6 cm.

Una demostración técnica, no un producto comercial

Este miniordenador no aspira a ser un sustituto real de los sistemas actuales, ni siquiera de los mini PC más modestos disponibles en el mercado. Se trata más bien de un ejercicio técnico y conceptual, con el objetivo de mostrar qué tan lejos puede llegar la eficiencia si se exprime al máximo el hardware disponible.

La iniciativa recuerda en cierta manera a otros proyectos educativos y experimentales, como el uso de microcontroladores para emular entornos básicos de red, videojuegos retro o sistemas de control industrial. Aquí, el valor está en la demostración de que el kernel de Linux puede adaptarse incluso a plataformas con capacidades extremadamente limitadas. Para quienes están interesados en el desarrollo de software en estos entornos, es útil explorar Arduino IDE en Raspberry Pi.

Este tipo de avances también puede tener implicaciones prácticas en entornos donde el tamaño, el consumo energético y el coste son factores críticos. Pensemos, por ejemplo, en proyectos de Internet de las Cosas (IoT), donde tener una base funcional de Linux con tan poco hardware podría ser interesante para tareas muy concretas.

Aunque actualmente es más adecuado como prueba de concepto, no se descarta que en un futuro estas ideas se apliquen a plataformas industriales, educativas o de investigación, abriendo la puerta a desarrollos más accesibles, sostenibles y eficientes.

El resultado es una combinación entre software flexible y hardware reducido al mínimo, una idea que desafía las concepciones tradicionales sobre lo que se necesita para correr un sistema operativo completo y útil.

Podría decirse que esta clase de proyectos actúa como campo de pruebas para nuevas generaciones de diseñadores y desarrolladores hardware y software. Si se consigue ejecutar un sistema tan complejo sobre una configuración tan limitada, se abren muchas posibilidades para entornos remotos, sistemas embebidos y dispositivos desechables con funciones específicas. Un enfoque que se puede relacionar también con el proyecto de Noodle Pi, un curioso proyecto de ordenador de mano.

El experimento “8pinLinux”, pese a no ser especialmente potente ni rápido, logra dejar claro que hay margen para repensar cómo se diseña y se distribuye la tecnología, valorando no solo el rendimiento, sino también la eficiencia, la accesibilidad y la sostenibilidad tecnológica.

Todavía refuerza la imagen de Linux como un sistema operativo extremadamente maleable, que puede adaptarse a casi cualquier contexto, desde superordenadores hasta proyectos experimentales de bolsillo.

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